Según un estudio de la Universidad de Monash, en Australia,
el cerebro humano experimenta una transformación radical entre los 40 y 50 años
de edad, que afecta a su estructura y funcionamiento. Lejos de ser un signo de
decadencia, este cambio podría ser una forma de adaptación y resistencia al
envejecimiento.
El cerebro humano es uno de los órganos más complejos y
fascinantes del cuerpo. Representa solo el 2% de la masa corporal, pero consume
el 20% de la glucosa que ingerimos. Sin embargo, con el paso de los años, el
cerebro pierde su capacidad de aprovechar este combustible esencial.
La neurocientífica Sharna Jamadar, una de las autoras del
estudio, explica que el cerebro responde a esta situación con una especie de
reorganización de sus redes neuronales, que son las encargadas de procesar la
información y realizar las funciones cognitivas.
Durante la infancia y la juventud, el cerebro tiene una alta
especialización y conectividad de sus redes, lo que permite aprender cosas
nuevas con facilidad, como un deporte o un idioma. Sin embargo, al llegar a la
década de los 40, el cerebro cambia su modo de operar y se vuelve más integrado
y generalista.
Esto significa que las redes neuronales se conectan entre sí
de forma más amplia y menos selectiva, lo que tiene ventajas y desventajas. Por
un lado, se pierde algo de flexibilidad, inhibición y razonamiento lógico y
matemático. Por otro lado, se mejora el lenguaje y el conocimiento general, que
son útiles para la vida cotidiana.
Los investigadores creen que este cambio radical en el
"cableado" del cerebro puede ser una forma de optimizar el uso de los
nutrientes disponibles y de proteger al cerebro del deterioro asociado al
envejecimiento. De hecho, algunas tareas que dependen de la automatización o la
práctica se conservan o incluso se mejoran con los años.
Consejos para cuidar el cerebro
Para mantener un cerebro sano y activo, los expertos
recomiendan seguir una dieta equilibrada y rica en nutrientes, especialmente
aquellos que favorecen el funcionamiento cerebral, como las nueces, el aguacate
y los vegetales. También es importante hacer ejercicio físico, que mejora la
circulación sanguínea y la oxigenación del cerebro.
Asimismo, se aconseja realizar actividades mentales que
estimulen las redes neuronales y prevengan su atrofia, como los crucigramas,
los juegos de memoria, la lectura o el aprendizaje de nuevas habilidades. Estas
prácticas pueden ayudar a retrasar o mitigar los efectos del envejecimiento
cerebral y a mejorar la calidad de vida.
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